¿Podrá alguna vez la impiedad, por fuerte que sea, vencer al cristiano que es fiel a su Dios?… La respuesta nos la va a dar un hecho de la Biblia que tantas veces hemos oído narrar (Daniel, 6)
El rey Darío se había hecho con la Persia después de aquellos reyes legendarios Nabucodonosor y Baltasar. Al organizar el nuevo monarca su enorme imperio pensó en aquel muchacho judío llamado Daniel, que tanto se había distinguido con los reyes anteriores. Ciento veinte jefes con categoría de gobernadores se distribuían por todas las regiones, al frente de los cuales había tres supervisores con Daniel como superintendente, por su capacidad excepcional y su fidelidad al soberano. Pero se echó sobre él la envidia:
– ¡Hay que acabar con ese Daniel! ¿Y cómo lo hacemos?… Es inútil buscar en él un detalle de mala conducta, porque es intachable. ¿Cómo nos las arreglamos?…